miércoles, 9 de julio de 2008

UNA CANCIÓN
Quise dejarte una hermosa canción,
Como aquel recuerdo de nuestro sentir,
El final de aquella divina ilusión,
Ocaso frustrado de este porvenir,
Que un día cualquiera lleno de pasión,
Me lanzó a vivirlo sin más reflexión;
Y triste y opaco enmarcó el devenir.

No logro las notas con esta tristeza,
El violín no quiere dejar de gemir,
El arpa ya espera sentir tu belleza
Y el adusto piano, no intenta seguir,
Ha perdido el tono y su vieja corteza,
Destemplado suena, con esa pereza,
Su deseo innato por querer sufrir.

Entonces decido no hacer la canción,
Y me inclino entonces por mi vocación,
No agregarle música a aquella ilusión,
Que dejó a mi alma en resignación.

El cielo me pide mantener la calma,
Dejar que la vida asuma sus lecciones,
Sufrir en silencio sin esas pasiones,
Que de sus lamentos solloza mi alma.

Las musas de entonces ya no están llorando,
Cantan alegres al ritmo del sol y los vientos,
Sus gritos fervientes ya están ignorando,
Lágrimas y súplicas de mis sentimientos.

Sólo en mis silencios de noches oscuras,
Ruego a Dios que siga guardando este amor,
Que lo siento y grito con todo el clamor,
Como sueño y canto todas mis locuras.

J. Moncanut