15.- Estadía
Estaba en la calle húmeda,
Sentado en la barra de la esquina
Esperando que la noche se fatigue
Y comience la luz del nuevo día.
En su piel de sepia exclamación,
Y sus ojos profundos y confusos,
Renacían esperanzas e ilusiones,
Unas pocas pasiones,
Locuras y dolor.
Los zapatos mojados y arrugados,
Que cruzaron pantanos en la tarde,
Simulaban cansancio y valentía.
Sus párpados de lentos movimientos,
Expresaban angustia y timidez,
Sus preguntas no tenían validez,
Ni sus sueños parecían de verdad,
Sólo sombras merodeaban su figura,
Esa noche mortal sin ilusión.
El mendigo que cruzaba la avenida,
Su presencia apenas intuyó,
Ese gesto profundo y lastimero,
De su rostro inmóvil, contagioso,
Al gamín, en la noche sin estrellas,
de tristeza y nostalgia impregnó.
Era tarde y su cuerpo estremecido,
De vida y de sueños incumplidos,
No quiso asomarse a la mañana
Y en la sombra del farol de aquella esquina,
Apagó la luz de su semblanza;
Con los ojos opacos y entreabiertos,
Detuvo su existencia y sus pregones.
Murieron sus preguntas sin respuesta,
Cedieron su miseria y sus angustias,
Al fuego miserable de su esencia,
Quemada y desgastada, fugaz,
Incomprensible.
El gamín, angustiado se detuvo,
Y del frío y tieso brazo,
Retiró sin rubores el reloj,
Que marcaba indiferente y silencioso,
El final de aquel ocioso.
La mañana, la aurora y el rocío,
De humedad aún salpicadas,
El cielo azul y el sol brillante,
Permitieron que la multitud arrumazada,
Sobre el cuerpo pasmado del difunto,
Ofreciera su alma inmaculada,
A la eterna señora de las lajas.
Todos rogaban por su alma
Y al señor, clemencia le pedían,
Pobre diablo, incapaz e incoherente,
Que perdió su brújula y su esencia,
En el oscuro y profundo silencio
De la muerte.
JULIO A. MONCANUT
miércoles, 2 de julio de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario