jueves, 3 de julio de 2008

La belleza del sentimiento de amor, es que siempre existe entre dos; y perdura en el tiempo, cuando nos encargamos de alimentarlo, limpiarlo, consentirlo y corregirlo. Si no se hace, él se va alejando de ambos, hasta que un día cualquiera y sin despedirse, ya no está. Simplemente se fue, sin dar aviso y una oportunidad para que lo busquemos. Nuestro desespero no abre esperanzas de un regreso, no le ofrecimos lo que necesitaba para seguir viviendo, lo dejamos morir.

Estaba aturdido y cansado,
trastornado y sin aliento,
se quedo en su limbo, callado;
ajeno al fuego y al viento
y al cielo estrellado.

Lo dejamos partir,
inclemente agonía,
lo dejamos morir
con toda la apatía.

Disfrutamos su andar
juvenil, contagioso,
lo dejamos bailar
al sonar misterioso
de las musas y dioses,
lo dejamos reir,
lo dejamos llorar,
nunca quiso sufrir
y tampoco esperar
nos dejó silencioso,
su más tenue tristeza.

Fue a buscar nuevas fuentes,
mitigando la ausencia
de quienes sin clemencia
no pudieron ser fuertes

Lo dejamos partir,
inclemente agonía,
lo dejamos morir
con tota la apatía.

JULIO M.

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